martes, 25 de octubre de 2016

“La verdad sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba”. (Discurso con coda).

Por Rafael Hernández

Imaginemos por un momento que, en su última noche en la Casa Blanca, el 19 de enero de 2017, el presidente Obama emite una declaración titulada “La verdad sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba”, que dice así:
“Apenas unas horas antes de abandonar la presidencia de Estados Unidos, quiero volver sobre un tema al que le he dedicado más tiempo del que jamás pensé cuando tomé posesión, hace ocho años. Con la lucidez propia de esta hora undécima, voy a hablar sobre el significado de nuestra política hacia Cuba.
El 17 de diciembre de 2014, dije que esa política había fracasado en lograr su objetivo, a pesar del rigor y la tenacidad con que se mantuvo. No soy quien debe juzgar al presidente Kennedy, que fundamentara la ley del embargo con razones y elocuencia admirables, cuando yo apenas tenía seis meses de edad. Tengo por cierto, no obstante, que, para el interés nacional de EE.UU., su extensión en el tiempo ha sido un largo error. Medido por la regla de costo-beneficio, y no solo por el interés de las empresas norteamericanas vetadas para el mercado de la isla, hemos pagado demasiado respecto a lo que hemos conseguido. En cualquier caso, hoy se hace evidente que lo económico representa apenas un fragmento de nuestras pérdidas en Cuba.
En términos estrictamente políticos, ha sido una estrategia contraproducente, porque reforzó el apoyo interno al gobierno cubano, bajo la bandera de la patria amenazada por una gran potencia. Desde Bahía de Cochinos hasta hoy, este apoyo patriótico ha involucrado incluso a personas que, aunque discrepen del sistema, objetan a EE.UU. por entrometerse en lo que ellos perciben como sus asuntos soberanos. En vez de dividirlos, esta política ha contribuido a endurecer el consenso y la unidad del gobierno, al facilitarle la simpatía de la mayoría del pueblo. “La culpa la tiene el bloqueo” ha servido como argumento creíble para justificar carencias e inmovilismo, ante la gente en la isla y el mundo.
Es necesario ratificar que la política del 17 de diciembre responde a nuestro interés nacional, no al del gobierno cubano. No tenemos que avergonzarnos por eso, pues ningún país, incluyendo a la propia Cuba, formula una política exterior que se somete al interés ajeno. En materia de alianzas con otras naciones, entre ellas muchas con ideologías muy diferentes, los cubanos pueden darles clases al mundo sobre cómo tejerlas. Según han reconocido durante décadas sus propios gobernantes, esas llamadas alianzas tricontinentales han tenido como su primer objetivo defenderse de su enemigo principal, que somos nosotros, los EE.UU.
Está claro que nuestra tarea hoy no es mirar por el espejo retrovisor la historia irremediable, sino minimizar los costos residuales de esa guerra pasada y maximizar los dividendos de la paz que estamos construyendo juntos. Debemos recordar, para el futuro, que no podemos volver a pagar un precio tan alto por apenas un manojo de triunfos. Pero ya que nos han costado tanto, lo menos que podemos hacer es reconocerlos. No es verdad que los únicos frutos alcanzados sean cenizas en nuestros labios. Son pocos, pero son. Y a fuerza de sinceros, en esta hora final de mi mandato, es necesario mencionarlos.
En el caso cubano, el mundo ha contemplado cómo se verifica el axioma de que la gente vota con los pies. Oleadas de ciudadanos comunes y corrientes han dejado atrás su país, desde los vuelos de la libertad, pasando por el Mariel y la crisis de los balseros, hasta la penosa marcha de los que atraviesan el istmo centroamericano y México para alcanzar ese Norte, que no es una sociedad perfecta, pero sigue siendo para ellos, como dicen los versos de nuestro himno, la tierra de los libres. Así fue bajo la Guerra fría, bajo el llamado Periodo especial en Cuba, y así continúa siendo hoy. Por eso no vamos a derogar la Ley de Ajuste Cubano, ni cejar en nuestra práctica de pies secos/pies mojados. Los cubanos de EE.UU. y los de la isla nos lo agradecerán.
Para algunos, incluidos muchos cubanos, el de ellos es el país más independiente de la región, pues en sus relaciones económicas y políticas internacionales, se han acostumbrado a no depender del comercio y la concertación bilateral con los Estados Unidos. Pero si el costo pagado por nuestra política ha sido alto, el de esa independencia ha sido infinitamente superior. No solo medida en términos económicos, según las cuentas milmillonarias que nos presentan los cubanos en las conversaciones bilaterales. El mayor de todos ha sido un descomunal aparato estatal, justificado con la percibida amenaza externa, que con su peso centralizador entorpece hasta las actuales reformas adoptadas por el propio gobierno.
Por eso no debemos esperar que la democracia y la libertad para el emprendimiento y el comercio lleguen a Cuba pronto; quizás haga falta que transcurran varias generaciones. En cualquier caso, mientras ese momento llega, EE.UU. debe mantenerse lo suficientemente cerca y abierto para colaborar. No solo con los jóvenes, los pequeños y medianos empresarios, las ONG, las iglesias; sino con los que dirigen las corporaciones estatales, las instituciones de investigación/desarrollo, las universidades, los cuerpos encargados de la seguridad, la ley y el orden, como hemos hecho hasta ahora; y también extenderse a los medios, los sindicatos, las granjas, las cooperativas, y las propias organizaciones políticas. Cuanto hagamos hasta entonces y podamos seguir haciendo después, es para eso. Como se trata de la democracia, de la cosa pública con todos y para todos, no debemos hacerlo en silencio ni de manera oculta. Si así lo hiciéramos, habríamos perdido la credibilidad ganada en el Gran Teatro de La Habana el 22 de marzo.
Como decía el presidente Wilson, “no nation has yet discovered a way to import the world´s goods and services while stopping foreign ideas at the border”. Hemos reemplazado la política de regime change, por la de constructive engagement; y hemos reconocido que Cuba está en una época de transición.
Hace décadas que los EE.UU. no somos una amenaza a la seguridad nacional de la isla, tantas como las que Cuba tampoco lo es para la de EE.UU. Pero su sistema autoritario y el alto perfil de la seguridad nacional se mantienen, invocando ahora una supuesta subversión ideológica y cultural por parte nuestra. Debemos tener paciencia y perseverar, pues una vuelta a la confrontación y a la guerra de palabras no ayudará al pueblo de Cuba ni servirá a nuestro interés nacional. Debemos mantener abierta esta puerta, para que los cubanos puedan optar por ella, incluso si lo hacen en su hora undécima.
¿Por qué el tema en este mensaje de despedida, entre otros tantos, deba ser Cuba –se preguntarán algunos— esa islita que no es nuestra aliada, carente de armas nucleares o bases terroristas, con una economía 233 veces más pequeña que la de EE.UU.? En mi humilde legado como presidente, esta nueva relación constituye un hito, no solo por haberse alcanzado en contra de medio siglo de inercia hostil, sino por su simbolismo para nuestra política exterior en los años que vendrán. Si hemos logrado sobreponernos al legado de desconfianza que nos ha separado de Cuba, prevaleciendo sobre los vaticinios de que nada sería posible mientras estuviera un Castro en el gobierno, eso significa que podemos trabajar con muchos otros, aunque no sean nuestros socios, siempre que exista una genuina voluntad de diálogo. Por eso, mi reciente directiva presidencial no se limita a proponer un mapa de ruta para mi administración, que ya llega a su término, sino plantea un proyecto coherente, que pueda servir a futuros presidentes de los EE.UU., no importa cuál sea su partido, que reúne el interés nacional norteamericano y el de países como la Cuba futura, que permanecerá donde la puso Dios, a 90 millas de Cayo Hueso.
Que ese mismo Dios nos acompañe hoy en la senda de la cooperación y nos bendiga a todos, norteamericanos y cubanos, a los pueblos de las Américas y del mundo, en la incesante búsqueda de la libertad y la prosperidad.”
Imaginar este mensaje de despedida del presidente Obama no constituye un ejercicio literario, un juego mental, o un divertimento; todavía menos una fantasía. Tiene, más bien, un interés socrático. Puede permitir pensar, con todas las neuronas, muy especialmente las de la inteligencia, el significado de ese nuevo discurso y los retos de una política distinta –no en sus fines, pero sí en sus medios, que son los que cuentan en política. Esta política se asienta, por primera vez desde la época de los Kennedy hace medio siglo, en una estrategia articulada y de largo plazo, que no se construye sobre la amenaza y la fuerza; y que aunque reivindica, naturalmente, el interés de EE.UU. como potencia, lo hace desde la razón del diálogo, pues reconoce a Cuba, también por primera vez, como un interlocutor legítimo. Se trata de una estrategia muy diferente a la que animó el conflicto hasta 2014, y que no se formula como voluntad o simple legado personal, sino desde un consenso entre los órganos de mando de la política norteamericana, es decir, como una razón de Estado. Hasta tal punto se define como tal, que no se enuncia en un memorándum secreto (como en la era de los Kennedy o de Carter), sino en un documento público expresamente concebido, que carece de equivalente en ningún otro caso nacional de la región. Dada esa condición, resulta poco probable que salga de escena junto con la administración Obama, sino más bien que se constituya en la madre de las políticas futuras hacia Cuba.

Ese imaginado discurso presidencial podría también dar pie, desde el lado cubano, a razonamientos y argumentos, que no se limitaran a las convicciones ideológicas de cada cual; o a replicar a “la verdad” del presidente norteamericano y su nueva política hacia Cuba; o solo a repetir los términos de la respuesta diplomática que el gobierno de la isla es capaz de hacer de modo eficaz y contundente. Pienso en otros discursos más parecidos a una carta o una conversación, que muchos cubanos podrían dirigirles a los vecinos del Norte, con el simple propósito de darse a conocer como son, según aconsejaba aquel filósofo ateniense. Esos cubanos con capacidad y criterio para construir argumentos bien fundados podrían explicar las verdades de la Cuba donde viven y piensan y discuten, con sus propias razones y en su vibrante diversidad. Si imagináramos puentes útiles para los genuinos intereses nacionales de las dos orillas, nadie como ellos para tenderlos, y también para defenderlos.

El Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana, 20 de octubre, 2016. Día de la Cultura Nacional.

Fuente: http://temas.cult.cu/la-verdad-sobre-la-politica-de-estados-unidos-hacia-cuba-discurso-con-coda/

jueves, 20 de octubre de 2016

Quería saber

Quería saber,
y abrí los ojos bien temprano,
cuando se tocan con las manos
los luceros.

Quería saber
si iba a llegar a mi destino,
y no llevé para el camino
ni sombrero.
                          
Quería saber,
y le di un beso a mi comarca,
y me subí a una vieja barca
de viajero.
         
Quería saber
si tras la línea que está lejos,
donde se despierta el sol,
sería grumete, marinero,
timonel o pescador.

Quería saber,
aunque no siempre comprendiera
todo lo que yo quería saber.

Quería saber.

Quería saber,
y puse proa al horizonte,
sabiendo que era de Caronte
pasajero.
       
Quería saber
cómo se dice firmamento
en el idioma de los vientos
y los fuegos.
                          
Quería saber
la dimensión indescriptible
que transfigura lo imposible
en verdadero.
          
Quería saber
si tras la línea que está lejos,
donde se despierta el sol,
sería grumete, marinero,
timonel o pescador.

Quería saber,
aunque no siempre comprendiera
todo lo que yo quería saber.

Quería saber.



Agosto 20015

jueves, 13 de octubre de 2016

Viene la cosa

Viene la cosa,
viene la cosa fea;
viene la cosa,
como mano de brea.

Su inquietante nariz
parece un caracol,
y su talante gris
le pone rabo al sol.

Viene, viene la cosa
y la canción de amor
solloza.

Viene la cosa,
aunque no te lo creas;
viene la cosa
como viento y marea.

Viene más que la luz,
viene para acabar,
por eso el avestruz
no tiene ya lugar:

porque la cosa viene
y la mentira no es
quien la detiene.

Viene la cosa, por más que sea injusta y ofenda;
viene la cosa a exhibir desparpajo total;
Viene la cosa invocando lo que le convenga,
porque ha pasado de moda la noble moral.

Viene la cosa,
viene por todos lados;
viene la cosa
rescribiendo el pasado.

Pero, a falta de dios,
doy pecho al huracán
y saco bien la voz
y al pan le digo pan.

Porque viene una cosa
que sólo la sinceridad
destroza.

                              
                       Agosto, 2016

viernes, 7 de octubre de 2016

De la ciencia, la conservación y la cultura

Por Giraldo Alayón García

Sobre la ciencia y su papel en el desarrollo de la sociedad mucho se ha escrito y mucho se tergiversa, pienso que una gran mayoría de las personas no están claras en su importancia y confunden otras actividades humanas como científicas, cuando no lo son. Quizás una definición simple y sintética es verla como la mejor herramienta que tenemos para explicar la Naturaleza.

Sin embargo algunas preguntas que la humanidad  se formula como es la del sentido de nuestra existencia son muy difíciles de contestar porque la ciencia no tiene cómo y hay que apelar a la filosofía especulativa o a la religión… a los mitos. La ciencia dice que este universo nuestro surgió hace alrededor de 13 mil millones de años de una gran explosión, el llamado Big Bang,  pero, ¿qué había antes?, ¿otra cosa?  (Según el cosmólogo y físico Stephen Hawkins: una pequeñísima niebla hiper-caliente de energía). Hay cuestiones científicas muy difíciles de asimilar y entender como que el tiempo es relativo, depende de dónde y cómo lo midas, de que los objetos sólidos son ilusorios, porque hay espacios entre los átomos que lo forman, los llamados espacios cuánticos, que a su vez responden a leyes muy diferentes al espacio nuestro, que ese mismo universo que habitamos está compuesto en un 75 % por energía oscura (algo que actúa en contra de la gravedad y que no se sabe a ciencias ciertas qué es), que un 20 % lo constituye la materia oscura (que no es visible y sólo se ha detectado por el efecto que produce en la luz) y que todo lo que vemos y creíamos que era el universo, hace sólo un par de décadas (estrellas. Galaxias, planetas, asteroides, nebulosas, cometas) constituyen alrededor del 5 % del mismo. Que la casualidad y no la causalidad reina en el mundo vivo, por lo que estamos acá casi de milagro. Que descendemos de monos parecidos a los actuales chimpancés (genéticamente sólo nos diferenciamos en menos de un 2 % de éstos). Que la materia es dual, se comporta como energía y corpúsculos (cada vez más pequeños). Que existe la millonésima parte de un segundo. Que la historia de nuestro Planeta ha sido una feroz batalla por la existencia y que nosotros la especie sapiens somos responsables de la desaparición de otros grupos de humanos y que somos, a su vez, responsables también de la sexta extinción masiva. En fin, es más fácil aceptar a un señor barbudo sentado en un trono, muy parecido, en su aspecto, a los blancos de Europa y Norteamérica, un ejército de ángeles celestiales, con sus vírgenes y santos, una Tierra apacible y buena, esperando siempre al Redentor y una sempiterna Iglesia siempre sabia y siempre preocupada por nosotros…

La conservación de la naturaleza, concepto usado y mal usado con mucha frecuencia, diría yo que atropellado por políticos y burócratas de todo tipo y figuras. Nos lleva a preguntarnos nuestro papel real en esta noble tarea. Pienso que, ante todo debemos pensar en la crisis de la biodiversidad que tenemos en las narices, con la aniquilación de miles de especies, en todo el Planeta, tal como las grandes extinciones del pasado. En particular en nuestro país (Cuba) con una  biota isleña, típica, frágil y más cubana que todos nosotros, pues nos antecede en varios millones de años, se sigue practicando la caza ilegal de múltiples especies sin respetar las leyes que lo prohíben. Pienso que deberíamos preocuparnos por cambiar o propiciar el cambio de actitud de los hombres y en especial de los cubanos ante sus congéneres no humanos. Nuestra civilización basada en instituciones medievales, en pasiones muy primitivas y en una tecnología despiadada y muy avanzada, debe frenar sus desmanes y hacer un real análisis, sin ideologismos, ni filosofismos, ni falsas soluciones supuestamente sostenibles.

A propósito de la visita del premier japonés a Cuba (país que admiro por su tesón, laboriosidad y desarrollo). Pero a su vez no apruebo su empecinada cacería de ballenas que hasta hoy practican, aludiendo supuestos estudios científicos y prácticas culturales milenarias.

 De forma general los esquilmadores ambientales (para usar estas dos suaves palabras, le pegan mejor asesinos ambientales...) se escudan tras el velo de la tradiciones culturales. Es la misma justificación de nuestros cazadores tanto usando armas o jaulas de trampas, pero no los puedo justificar, nuestra historia común está llena de prácticas "culturales" (ya que son propias del quehacer del hombre) que se han tenido que abandonar y condenar por su salvajismo; les puedo citar una,  la antropofagia. En tempranas etapas de nuestra historia los seres humanos se comían entre sí, por carencia de alimentos, ritos guerreros, creencias absurdas, etc., era una práctica bien documentada y demostrada y bien entrados en la historia contemporánea, muchos grupos étnicos la siguieron practicando, ¿es lícito y racional hacerlo ahora? Los sacrificios humanos horrorizaron a los españoles cuando llegaron a México, era un hecho común sacrificar “doncellas”, niños y jóvenes a los irascibles dioses; esos europeos tampoco eran muy buenos, pues ya la Iglesia condenaba, ejecutaba y torturaba a todos los que dijeran o hicieran algo fuera de sus dogmáticos preceptos. En el siglo XX, toda una ralea de dictadores ha matado , torturado y ejecutado a millones en nombre de distintas ideologías. La alteridad (la comprensión de los otros.) ha sido mal interpretada o convenientemente mal interpretada por esos japoneses, que piden respeto a sus prácticas "culturales "pero se niegan a respetar el derecho de vivir de un grupo de animales (los cetáceos) que rivalizan con nosotros en el tamaño y eficiencia de sus cerebros y que poseen un código de comunicación altamente sofisticado. Según mis puntos de vista no es posible aceptar, en el siglo XXI, esas bárbaras prácticas que emulan con las más irracionales conductas de la Antigüedad y del Medioevo y del tristemente célebre siglo XX. Es cierto que en occidente se crían y sacrifican millones de aves, cerdos y reses para alimentar a los seres humanos (por eso soy de corazón vegetariano..), pero gracias a el uso y domesticación de esos animales es que se han erigido las alrededor de 20 civilizaciones que nos han antecedido en los últimos 13 mil años.., es muy difícil juzgar..., pero los condeno como hago con mis paisanos, en Cuba, que se dedican a cazar nuestros animales, en algunos casos para tenerlos encerrados en jaulas.., también condeno a los fariseos que hablan de ambiente, cuando en el fondo de su ser son cazadores empedernidos..

Los llamados “conservacionistas excépticos” (que niegan el calentamiento global y la actual crisis de la biodiversidad) apelan, con frecuencia, al asunto del  catastrofismo (explicación planteada, por primera vez por el francés Jorge Cuvier) y la inevitabilidad de las extinciones y la futilidad de un fuerte movimiento conservacionista, esa nefasta actitud   hay que buscarla en la desesperanza. Por supuesto que ha habido catástrofes, el bólido que cayó en Yucatán (realmente hace 65 millones de años no existía Yucatán como tal…) que entre otras cosas extinguió a los famosos dinosaurios. Las 21 glaciaciones del Cuaternario extirparon y extinguieron muchas formas de vida, otras siguieron existiendo, y no estamos exentos de catástrofes futuras, pero son muy espaciadas y raras, si las comparas con todos los períodos históricos digamos que “normales”, el asunto está en las personas, muchas de ellas consideran a la  ciencia infalible y rectora de los avatares histórico-sociales, previsora de un mundo ordenado y mejor,  donde siempre había una explicación satisfactoria, donde no había misterios. En ese perfecto orden futuro todo estaba previsto y “bajo control” (como se suele decir por acá.). Cuán lejos de la verdad...! Ni la ciencia es infalible, ni puede predecir con exactitud eventos futuros, cuando éstos son de alta complejidad,  ni ha podido aún explicar todo, falta mucho todavía por explicar y comprender,  no es que deniegue de la ciencia, es que aquello que afirmaban que lo era no lo era en sí, entonces como resultado de la bancarrota de toda una cosmo-visión el refugio idóneo es mirar al cielo por respuestas, volver a la magia, al oscurantismo, a la irracionalidad. Es mucho más hermoso tratar de entender y entendernos en los contextos que vivimos, respetar al “otro” llámese hombre, animal o planta, imbuirnos de humildad y reverenciar los ciclos reales de la Naturaleza y su sabiduría, y ser capaces de comprender que sólo somos unos insignificantes actores en todo este enorme y aún misterioso Cosmos.   


San Antonio de los Baños, Septiembre 25, 2016.

domingo, 2 de octubre de 2016

Para no botar el sofá (canción editorial)

Qué feos se ven los cuadrados
queriendo imponer su patrón,
en nombre de lo inmaculado
y de una sagrada razón.

Sofismas, le llaman algunos;
paquetes decimos acá.
Y yo, que no creo en ninguno,
les veo botar el sofá.

“Silencio, porque llega el lobo
y te devora;
el enemigo acecha todo
y a toda hora.”

Y mientras se imaginan majos
de la conciencia,
la realidad es un relajo
de ineficiencia.

La juventud se fuga en masa
y ellos se alteran
porque una boca no es de raza
o de su acera.

Y, como el conyugue burlado,
una mañana
tiran lo menos complicado
por la ventana. 
  
Qué poco favor a las luces,
qué inútil y amargo disfraz,
mientras lo prohibido seduce
sin tener que usar antifaz.

No quiero el abrazo con horma
ni el  beso como obligación,
no quiero que vicios y dogmas
dispongan en mi corazón.

Los vi truncar publicaciones
inteligentes
y descalificar canciones
por diferentes.

Los vi cebando las hogueras
de la homofobia,
en nombre de falsas banderas
y tristes glorias.

Los vi, confiados y seguros
lanzando dardos,
aparentando jugar duro
pero a resguardo.

Los vi, y no es que lo quisiera
o lo buscara;
los vi en el parto de una era
que se alargaba. 

Para pronunciar el nosotros,
para completar la unidad,
habrá que contar con el otro
las luces y la oscuridad.

Es grande el camino que falta
y mucho lo por corregir.
La vara, cada vez más alta,
invita a volar y a seguir.