martes, 28 de mayo de 2013

Pavón


A mediados de 1966, oficialmente, yo era un recluta de la unidad 2103, el centro de comunicaciones del Estado Mayor del Ejército de Occidente. Pero en la cotidianidad era dibujante y periodista de la revista Venceremos, que pertenecía a la Sección Política. Aquella dualidad sucedía porque los soldados del Servicio Militar Obligatorio (SMO) no podíamos ocupar cargos administrativos hasta que no pasáramos año y medio de preparación combativa (por entonces imperaba la idea de que la contingencia fortalecía la moral). Aunque yo había superado el período requerido, porque hacía ya dos años de que era recluta, continué perteneciendo a dos unidades hasta que ocurrió una gran reestructuración militar.

Recuerdo la mañana en que reunieron, en el patio del Estado Mayor, a los oficiales de las diferentes direcciones para comunicarles a qué unidades serían trasladados. Sólo unos pocos sabían su destino y por eso se respiraba la tensión. El deseo de la mayoría era quedarse, al menos,  en unidades equivalentes a aquellas donde se habían desempeñado, pero a algunos les tocaría ser trasladados a unidades de combate, monte adentro.

Dadas mis indisciplinas reiteradas, yo daba por descontado que me iban a enviar al peor lugar posible. Pero gracias a la gestión personal del teniente Oscar Azúa Casal, mi jefe y director de Venceremos, fui trasladado a la revista Verde Olivo, órgano oficial de las Fuerzas Armadas, cuyo director era el primer teniente Luís Pavón Tamayo.

Mi viejo jefe tuvo la gentileza de llevarme hasta la Plaza de la Revolución, donde quedaba Verde Olivo, y de presentarme a mi nuevo jefe. Si Azúa era un combatiente enamorado del trabajo intelectual, uno de los escasos que había conocido en las fuerzas armadas, Pavón me pareció un intelectual que realizaba una labor combatiente. Uno no podía equivocarse con su físico enjuto y con aquella voz tan queda, casi imperceptible, porque su imagen delicada de pronto podía irradiar mucha firmeza. Por suerte me regañó una sola vez, por cierto con toda razón, cuando hubo una alerta de combate y tardé unas horas en aparecer... Bueno, fueron dos: la otra fue la mañana en que vio las fotos que yo había puesto a secar en los azulejos de su baño… O fueron tres, quizás.

1967, cumpleaños en la revista Verde Olivo, Pavón mirando a cámara




Verde Olivo era una unidad militar en plena Habana y todos los trabajadores de la revista, que por supuesto eran soldados, se iban a dormir a sus casas… excepto los dos reclutas que prestábamos servicio allí. De mí solía haber quejas, porque el dormitorio quedaba en la azotea, y aquella era la zona en que yo practicaba la guitarra. Pero Pavón no escuchó a los quejosos y nunca me regañó por serenatear a los elementos. Incluso me felicitó cuando le dije que iba a aparecer en la televisión.

Además de escuchar mis cancioncillas iniciáticas, él había leído algunas cuartillitas que se me quedaban abandonadas por los burós. De pronto hubo un premio literario de las FAR y me dijo que armara un libro y lo mandara al concurso de poesía. Cuando iba a cerrar el plazo, se enteró de que no lo había obedecido (creo que aquel fue el tercer regaño) y me condenó a pasar la madrugada escribiendo aquellos engendros a máquina, además con dos copias.

Pavón me mostró a poetas, sobre todo cubanos, que yo no sabía que existían. Gracias a ello otra dimensión de lo nuestro se me abrió para siempre. Por él conocí a Eliseo Diego, a José Zacarías Tallet, a Fayad Jamís, a Rolando Escardó. Me prestó, además, la primera edición que yo viera de los sonetos completos de Shakespeare, y cometí la impudicia de devolvérsela 20 años más tarde –eso sí, mejor encuadernada.

En días pasados, estando en Buenos Aires, supe que había fallecido, y la verdad es que lo estoy sintiendo mucho. He pensado en aquel hombre de Holguín que fue tenedor de libros, maestro, vendedor ambulante, mozo de limpieza, profesor de Literatura, abogado, periodista y soldado. He pensado en su primer libro de poesía, "Descubrimientos", donde se puede leer:

"...Todas aquellas cosas que hasta
entonces poblaron el universo
yacen sumidas en el aire amarillo y gris que ya no respiramos.

Entonces,
me veo allí,
sentado sobre la hierba,
con los pies desnudos y sucios
rascándome una nigua."

En la etapa en que Pavón dirigió el Consejo Nacional de Cultura, hubo injusticias con algunos escritores y artistas, por culpa de visiones estrechas. Creo que se ha exagerado su responsabilidad en aquello. Pienso que es necesario analizar el entonces más profundamente, desde diversos ángulos, para no caer en otro tipo de extremismo. Así algún día se podrá decir, con fundamentos, que sí, que hubo errores, pero que no todo fue gris en aquel quinquenio.

viernes, 24 de mayo de 2013

La batalla actual


                                     por Guillermo Rodríguez Rivera


La reacción venezolana y las estrategias de la inteligencia norteamericana que conoce la importancia de Venezuela en este entramado de la política latinoamericana que se ha desmarcado claramente de los objetivos políticos de los Estados Unidos, están bombardeando desde diversos ángulos al poder revolucionario venezolano que resulta de la imprescindible unidad de dirigentes como Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, presidentes respectivamente de la república y de la Asamblea Nacional en le República Bolivariana de Venezuela, y herederos ambos del legado chavista.

El comandante Hugo Chávez, conociendo del riesgo de su desaparición, tuvo la claridad de instituir a Nicolás Maduro como figura clave en la continuidad de la revolución bolivariana y evitar la demora de la que tenía que ser una rápida decisión unitaria.

No voy a especular –hay diversas y a veces encontradas opiniones– sobre cuáles fueron las causas que dieron un apretada victoria –menos de 2 puntos– al PSUV cuando las encuestas pronosticaban que Maduro superaría al menos en 10 puntos porcentuales a Henrique Capriles. Puede haber sido, incluso, excesiva confianza en esos pronósticos que puede llevar a bajar la guardia.
El candidato antichavista es un personaje de una trayectoria política que no debería engañar a nadie.

Cuando Capriles, alcalde de un municipio capitalino accedió a la Embajada de Cuba en Caracas, sitiada varios días por los golpistas en abril de 2003, no era un mediador entre los asaltantes y los diplomáticos cubanos que se defendían.
Los grupos que en la calle querían acceder  al recinto diplomático de Cuba, entre los que había contrarrevolucionarios cubanos, acaso querían ejercer violencia contra el personal cubano y demostrar un coraje que nunca han tenido, pero Capriles tenía un objetivo muy preciso: fue a indagar si en la Embajada de Cuba estaba asilado Diosdado Cabello, que era el vicepresidente constitucional de la república.

Sabía que Cuba y Venezuela eran ambas signatarias del tratado sobre derecho de asilo, vigente entre las repúblicas latinoamericanas, y que la embajada de Cuba tenía el derecho e incluso el deber de albergar a cualquier ciudadano venezolano que se viera amenazado por sus ideas políticas. Cuando fue repuesto en el poder por la acción del pueblo y las fuerzas armadas, Chávez  no ordenó asediar la embajada de Colombia para obtener que entregaran al golpista Pedro Carmona, que se había refugiado en ella.

Los golpistas a los que Capriles representaba en abril de 2003, habían secuestrado al presidente Chávez y, apoyados por una porción minoritaria del ejército, habían nombrado a un presidente de facto. El emisario de los golpistas llegó a la legación diplomática cubana para aprehender –o al menos, conocer si allí estaba– el hombre que constitucionalmente era el encargado de asumir la presidencia en ausencia de Chávez.

La derecha venezolana sufrió, frente a Chávez, todas las derrotas posibles. La última fue el pasado octubre, cuando el enfermo líder bolivariano derrotó al candidato de la derecha por 11 puntos porcentuales. Dos meses después, ya con Chávez hospitalizado en La Habana, en las elecciones para las gobernaciones de los 23 estados venezolanos, el PSUV retuvo 15 gobernaciones y venció a la oposición en otras cinco que estaban bajo su mando. El socialismo venezolano controla,  por voto popular, las gobernaciones de 20 de los 23 estados de Venezuela.

Para obtener los votos que obtuvo en las elecciones del 14 de abril, en las que perdió, pero en la que tuvo más votos que nunca, la derecha venezolana adhirió a la que podría denominarse la “estrategia Rajoy”. Asumir, con fines electorales, un programa de gobierno que únicamente se ha diseñado para ganar las elecciones, pero que va a ser desconocido en cuanto el candidato de la derecha asuma la presidencia.

Como Chávez había rescatado y presentado la figura de Bolívar como el paradigma ideológico que Venezuela debía seguir, en el año 2005 la derecha venezolana había cargado contra el mismo Bolívar. Para el pasado 14 de abril, le dieron hipócritamente el nombre del Libertador al comando electoral de Capriles; muchas de las misiones de Chávez, detestadas por la derecha, fueron aparentemente aceptadas para esa campaña electoral. Todo ello, a la vez que se saboteaba el sistema eléctrico, se procuraba el desabastecimiento alimentario del país y se incrementaba la inseguridad ciudadana.

Chávez había vencido en los procesos electorales, había derrotado el paro petrolero, el golpe de estado y las guarimbas: tras la muerte de Chávez, la reacción venezolana y estadounidense ve llegado el momento de liquidar la revolución bolivariana y lo que ella implica no solo para Venezuela sino para toda América Latina.

Una publicación de izquierda como Rebelión, que muchas veces no es ajena al “izquierdismo”, la “enfermedad infantil” que puede resultar desastrosa, como en Indonesia o en Granada, publica un artículo de Humberto Trompiz (¿)  en el que aventura que Maduro puede ser el “Gorbachov” de la revolución bolivariana y descalifica como traición su inteligente acercamiento –en la línea de Chávez–  a los empresarios que quieren colaborar con el gobierno chavista. Casi propone la absurda guerra del gobierno venezolano a aquellos que no sean socialistas. De otro lado, una rara información insiste en fomentar la división entre Cabello (corrupto) y Maduro (satélite cubano).  No es nada raro que la información se aloje en el inefable Nuevo Herald. Ultra izquierda y ultra derecha, acaban por coincidir.

Este es un momento de prueba ante el golpe que la desaparición de su líder ha significado para la revolución venezolana. Creo que lo mejor que pueden hacer los líderes chavistas es desconocer a sus enemigos, los supuestos proyectos salvadores que buscan una absurda radicalización y seguir la línea del desaparecido pero presente comandante Chávez. Mientras se mantengan unidos y actuando con firmeza, nadie va a poder con ellos.  La derecha volverá a desenmascararse.

miércoles, 22 de mayo de 2013

La vida no vale nada


La vida no vale nada
si no es para perecer
porque otros puedan tener
lo que uno disfruta y ama.

La vida no vale nada
si yo me quedo sentado
después que he visto y soñado
que en todas partes me llaman.

La vida no vale nada
cuando otros se están matando
y yo sigo aquí cantando
cual si no pasara nada.

La vida no vale nada
si escucho un grito mortal
y no es capaz de tocar
mi corazón que se apaga.

La vida no vale nada
si ignoro que el asesino
cogió por otro camino
y prepara otra celada.

La vida no vale nada
si se sorprende a mi hermano
cuando supe de antemano
lo que se le preparaba.

La vida no vale nada
si cuatro caen por minuto
y al final por el abuso
se decide la jornada.

La vida no vale nada
si tengo que posponer
otro minuto de ser
y morirme en una cama.

La vida no vale nada
si, en fin, lo que me rodea
no puedo cambiar cual fuera
lo que tengo y que me ampara.

Y por eso, para mí,
la vida no vale nada.

Pablo Milanés
(1975)

sábado, 18 de mayo de 2013

El mal disfrazado de bien


Por Hamlet Hermann

La refrescante genialidad de Eduardo Hughes Galeano cuenta algunos casos en que el mal copia al bien y trata de aparentar lo que no es. Cuenta que, en una capilla de Padova, El Giotto había pintado un fresco en que mostraba los tormentos que los diablos, supuestamente, infligían a los pecadores en el infierno. De sólo mirarlo aquello provocaba espanto y miedo. Sin embargo, por aquellos tiempos, la misma pintura representaba un muestrario de las herramientas que la Inquisición utilizaba para imponer, a las malas, la fe católica. Parecía aquello que lo que Satanás hacía en el infierno era, apenas, imitar lo que hacían los representantes del Dios católico en la tierra.

Algo semejante ocurre ahora cuando los gobiernos de los países industrializados se empeñan en tecnificar hasta el extremo las perversidades de las que falsamente acusaban al “comunismo ateo y disociador” durante los tiempos de la Guerra Fría. Dos de las novelas de Eric Arthur Blair, alias George Orwell, constituyeron grandes banderas de la campaña anticomunista contra el “totalitarismo” soviético”. “Rebelión en la granja” y “1984” fortalecieron la propaganda de la perversa época del macartismo. Sobre todo “1984”, que contaba sobre un estado opresor en que él “Big Brother” que gobernaba, todo lo escuchaba, todo lo veía y todo lo sabía. Triste ironía para esos personajes de haber vivido estos tiempos en que el verdadero enemigo de los pueblos no es aquel a quien representaban en los libros y en los frescos de Padova, sino a la iglesia católica y al sistema capitalista, a quien cada uno fanáticamente defendía aquello en lo que creían.

¿Qué otra cosa podría decirse que no fuera que el mal se disfraza de bien cuando se evidencia que los sistemas, público y privado, de Estados Unidos mantienen un sistema secreto de espionaje capaz de capturar y grabar, diariamente, casi dos millones de millones de correos, llamadas telefónicas y cualquier tipo de transmisión digital? Las enormes capacidades de memoria para el almacenamiento de los datos superan todas las cifras que pudiéramos imaginar. Son tantos los informes acumulados que ningún idioma tiene capacidad para representarlo. Las academias de las lenguas por todo el mundo se rompen las cabezas inventando palabras para identificar y cuantificar el producto de la vigilancia secreta de los países industrializados. Como el Macondo de la obra de Gabriel García Márquez, “el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y, para mencionarlas, había que señalarlas con el dedo”. Así sucede con el innombrable sistema de espionaje estadounidense, el cual funciona detrás y por debajo de una guarida de secretos impenetrables.

Como sabiamente dice Galeano, “el miedo es la materia prima de las prósperas industrias de la seguridad privada y del control social”. Y esa condición de escucharlo todo y saberlo todo aterroriza a un mundo que ha perdido su privacidad más íntima. Algunas encuestas publicadas recientemente en Estados Unidos muestran cómo se han erosionado las libertades públicas de los ciudadanos, gracias a las actividades de un gobierno que ha sido privatizado en toda su extensión. Más ahora que siempre, cuando “el mercado de la guerra se recupera y ofrece promisorias perspectivas de carnicerías” humanas en muchos lugares del mundo.

¿Cómo podría calificarse la vulgar osadía del ministerio de justicia de Estados Unidos al ser descubierto cuando, durante dos meses, grabó en secreto las conversaciones telefónicas de la agencia de noticias Associated Press? Llegó al colmo del abuso ya que AP es una empresa de las más conservadoras de ese país, la cual siempre ha respaldado cuanta aventura han realizado los gobiernos estadounidenses. ¿Buscaban las fuentes de información de un centenar de periodistas que allí trabaja y a quienes la ley protege en su confidencialidad?

La industria del espionaje ha llegado al descaro extremo de entorpecer el uso de los teléfonos Blackberry, y hasta prohibirlos en algunos países, porque ciertas comunicaciones que pueden hacerse con estos equipos no son posibles de ser intervenidas por los servicios de inteligencia estadounidenses. La vigilancia masiva es símbolo y evidencia de la cultura política de las tiranías y, como tal, cada día la supuesta democracia estadounidense se inclina más hacia las violaciones de las leyes y su Constitución.

martes, 14 de mayo de 2013

Historia de la canción El Mayor


El pasado sábado, 11 de mayo, se cumplieron 140 años de la caída en combate del Mayor General del Ejército Libertador Ignacio Agramonte y Loynaz. Ese día también hizo 40 años del estreno de mi canción El Mayor, en la plaza San Juan de Dios de Camagüey.

La tarde del pasado sábado Rafael Cruz Ramos me dejó en Segunda cita unas preguntas sobre el acto de hace cuatro décadas. Respondí enseguida el cuestionario, ya que tenía que irme a cantar al reparto Juanelo. Como en mis respuestas mencioné a Giraldo Mazola, el compañero que en 1973 me había pedido la canción sobre Agramonte, le envié lo que había publicado en mi blog.

Me llevé una sorpresa cuando, al volver del concierto, hallé que algunas incógnitas mías habían sido esclarecidos por Mazola. Entonces le pedí permiso para publicar tan interesante fragmento de sus memorias. Aquí lo tienen, pero antes repito la entrevista que motivó su evocación:

Rafael Cruz Ramos: Como esa canción es un himno para los camagüeyanos, (también para los cubanos) me gustaría saber ¿Cómo recuerdas ese momento?

Silvio Rodríguez: Fue algo insólito que en un acto donde hablara Fidel se cantara. En 1973 eso no era común. Mucho más insólito que el que lo hiciera fuera un trovador políticamente no muy bien visto, como lo era yo. Eso debe haber pasado porque la canción me la pidió Giraldo Mazola, que por entonces era funcionario del Partido provincial de Camagüey. Cuando le entregué la canción a Mazola, él debe haber pedido permiso para que se estrenara en el acto y evidentemente se lo dieron. El 9 de mayo me comunicaron que la íbamos a tocar allí. Así que todo el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC subimos no a un tren, sino a un avión camino a Camagüey. Fue una experiencia inolvidable. Había una solemnidad espesa en la Plaza San Juan de Dios.

Una semana después, vi a Armando Hart en su casa (yo iba allí a ver a Haydee Santamaría) y me recitó mi canción, que había salido publicada en Granma. Pero eso no es todo: me dijo que Fidel también se la sabía. Para mí fue un atisbo de que quizá las cosas empezarían a mejorar respecto a mi generación de trovadores. Y al parecer fue así, porque al año siguiente la UJC propuso en Manzanillo que se institucionalizara el movimiento.

RCR: ¿Cual fue la génesis de ese texto, de la melodía?



SR: La génesis fue la lectura de varias biografías de Agramonte, si mal no recuerdo una de Ana Núñez Machín, e incluso “Historia de la guerra de los diez años” de Ramiro Guerra, que también leí, buscando profundizar en la figura de Agramonte. Llegó un momento en que tenía tanta información que era incapaz de decir nada. Tuve que esperar a que se me ocurriera esa melodía, y a partir de ahí fui sacando poquito a poco las ideas.



RCR: ¿Ignacio Agramonte, como ser humano, como héroe te resultaba conocido, te era cercano?




SR: Del período de los mambises, desde primaria era mi héroe preferido. En ese sentido estaba muy bien motivado.

RCR: 

¿40 años después, sigues pensando en el Mayor cabalgando por las llanuras de los tiempos y los desafíos, de las distancias para los amores como el de Amalia?




SR: El Mayor es una de las más bellas figura de nuestra Historia. Un personaje cuya corta vida dejó un rastro de patriotismo y sacrificio ejemplares. Pudiera verse como un clásico héroe romántico, con el peso de que su ejemplo fue completamente cierto.



RCR: Hermano una última curiosidad, La vergüenza, esa canción que incluyes creo que en ese mismo disco, ¿también está dedicada al pensamiento de Ignacio Agramonte, recuerdas la anécdota de El Mayor?



SR: Recuerdo haber leído que en una asamblea algunos legisladores insurrectos plantearon posponer la guerra, por falta de armas y recursos, y que Agramonte se opuso, diciendo que la continuaría él solo. Cuándo le preguntaron con qué contaba, respondió: “Con la vergüenza de los cubanos”. Hay algo de eso en mi canción “La vergüenza”.

A continuación, la interesante respuesta de Mazola:

Silvio:
Gracias.
Ahora te aclaro algo.
Esos días estuvieron cargados de tensión y recuerdos gratos. Uno de ellos lo fue sin dudas tu canción. Y me has hecho recordar otros que comparto contigo.

En efecto recibí la noche antes del acto la cinta con la grabación que me había mandado el inolvidable Alfredo. La puse en una grabadora y la escuché con el grupo que trabajaba conmigo. Recuerdo que Arnoldo Arias, camagüeyano de pura cepa a quien tuve dos meses de cabeza en la restauración de la casa del Mayor, se emocionó y a todos nos impactó.

En el Buró del Partido el comandante Curbelo que lo presidía dividió las responsabilidades de todos para esas actividades. A mí me correspondía todo el plan de difusión sobre el centenario, la restauración de la plaza de San Juan de Dios, el acto nada menos que con Fidel de orador, la restauración de la casa de Agramonte y la exposición transitoria que llevaría. Ya tenía organizado y ensayando el espectáculo cultural. Curbelo tenía como responsabilidad principal “enamorar” al jefe para que nos diera 100 camiones Hino.

Ya Fidel había llegado y Curbelo estaba con él en Tayabito. Lo llamé y lo saqué de esa conversación diciendo que era muy urgente. Cuando le conté y le dije que iba llevarle la canción para que la escuchara, pues para mí esa era la parte central de la actividad cultural, el guajiro cienfueguero me dijo con mucha calma que en la discusión colectiva del Buró que yo tanto defendía, habíamos establecido las responsabilidades de cada uno y yo le estaba dificultando la suya pues lo había sacado cuando todas las condiciones se le iban dando para lograrlo. Que yo decidiera.

Y eso hice. Llamé a Alfredo y los mandó al día siguiente que era el acto. Después de llamar a Alfredo puse a dos secretarias a oír repetidamente la canción y a sacarla en limpio entre todos. La mecanografiamos y tan pronto Fidel terminó su discurso y se sentó en el público para ver el espectáculo cultural que comenzó con tu fabulosa canción, yo mismo le repartí a ese grupo la canción escrita que ibas a cantar.

He dicho y he repetido que puede parecer, si esto no se dice, que hiciste la canción después de escuchar ese discurso.

Hay otra cosa. Fidel deseaba que el 20 aniversario del Moncada se hiciera frente a esa fortaleza con 20 mil santiagueros sentados pues pretendía hacer una valoración de aquel hecho y lo sucedido después y el escenario de decenas de miles de santiagueros en un acto multitudinario no era el apropiado. En el Secretariado del CC preocupaba la reacción de los santiagueros ante un acto en su ciudad al que no pudieran asistir. El acto de Agramonte, unos meses antes, en una plaza con 5 mil personas sentadas podría dar elementos de la reacción de los camagüeyanos ante un hecho parecido.

Mandaron al equipo nacional de Opinión del Pueblo para poder constatar de inmediato la reacción pero a la vez se tomaron muchas medidas explicando las causas históricas de que Fidel hablara allí en un lugar pequeño y además distribuimos en la ciudad 100 equipos de TV para que se aumentara la posibilidad de verlo. La conclusión de todo permitió que con un trabajo similar y preparado con mucha antelación los santiagueros no se enfadaran por no poder estar todos en el acto del 26 de julio. 

La otra cosa inolvidable fue la exposición transitoria. Tenía dos fuentes de datos económicos de la época, ambos posteriores a la guerra de los 10 años. Un censo español y el informe de un diputado cubano a las Cortes. Los estudié con Arnoldo y decidí poner los del cubano, que eran mucho más elevados, particularmente en relación con el número de cabezas de ganado.

A Fidel le encantó la restauración de la casa y más bien diría que la disfrutó y ya casi al final, en la exposición transitoria, se puso a hacer cálculos mentales de las cifras expuestas, y a preguntarle a Curbelo -que sí era un as en cuanto a la realidad de ese momento pero no de un siglo atrás- y cuando le comencé a explicar las dos alternativas que manejamos, pidió la desechada, que por suerte Arnoldo conservaba en un maletín y nos dio a todos una lección adicional, pues estaba claro que el cubanito a Cortes quería “vender” una provincia en ascenso y desarrollo, para evitar gravámenes, y Fidel señalaba que si hubieran quedado tantas reses la guerra de los diez años no se hubiera detenido pues una de las causas lo provocó la penuria del mambisado.

Ya finalmente, al otro día nos hizo caminar varios kilómetros pateando los dos arroyos de ese rectángulo en el potrero de Jimaguayú y por suerte nos dijo antes de irse que aquella caminata era para discrepar de un escrito de Serafín Sánchez.

Lo siguiente es un escrito anterior, también de Mazola, donde explica el porqué de la caminata de Fidel “para discrepar de [el General] Serafín Sánchez”.

“Llegamos a Jimaguayú el 12 en la mañana. Fidel había dicho que quería visitar el lugar donde cayó Agramonte y no dijo más. En el obelisco que señala el lugar donde lo abatieron y donde recomendó se edificara un monumento digno a su memoria, indagó sobre los cambios que podían haber ocurrido en aquella pradera desde entonces. El área había seguido destinada a la ganadería, donde continuaba predominando la alta hierba de guinea, a pesar de habérsele sembrado pangola en ocasiones y pocas modificaciones habían tenido lugar en ese sitio según atestiguaron compañeros de la zona. Era un rectángulo de dos por cuatro kilómetros aproximadamente, contorneado por dos arroyos que convergían en forma de Y griega, precisamente cerca del lugar donde cayó El Mayor.

"Fidel dejó el jeep y comenzó a caminar por el borde de los arroyuelos, saltando de un borde a otro, golpeando con la bota a ratos el terreno. Lo seguíamos Curbelo, el comandante César Lara, jefe del Cuerpo de Ejército Independiente de Camagüey y otros compañeros.

"Después de caminar cerca de una hora, volvimos al sitio inicial y escogió un libro entre el grupo que abarrotaba la parte trasera de su vehículo. Allí nos explicó lo que había querido apreciar sobre el terreno. En las memorias del general Serafín Sánchez, a cargo de la infantería villaclareña, que Agramonte apostó a lo largo de uno de los arroyuelos, se dice que El Mayor cae cuando se dirige al lugar donde estaba la caballería para ponerse al frente de la misma y salir para Oriente al encuentro previsto con Céspedes. Esa era la decisión ya discutida si las tropas españolas continuaban para Vertientes.

"Comentando los partes españoles de esa acción después de revisar el terreno, Fidel afirma que Agramonte iba a ponerse al frente de la caballería para atacar a la columna española que había entrado en la zona donde le había preparado la trampa. Resulta que de Camagüey una columna de 700 soldados salió en persecución de Agramonte, después de la derrota que hacía unos días le había infligido a las fuerzas del coronel Abril que murió en el combate.

"En el rectángulo, Agramonte había situado tropas de infantería en cada uno de los arroyos y si los españoles entraban en ese sitio, él arremetería con la caballería desde su retaguardia y al dispersarlos y huir hacia los lados, irían hacia los flancos donde estaban atrincherados esperándolos los mambises.

"Precisamente, por haber salido tan bien la emboscada lo traiciona su temperamento impetuoso y busca ganar tiempo atravesando el extremo del rectángulo sin percatarse de que ya había llegado hasta allí la vanguardia de las tropas enemigas oculta en la hierba de guinea.

"Fidel discrepa cien años después de los comentarios de Serafín Sánchez, pues sólo disponía de la información de lo que ocurría en su área y no de toda la operación. Comparó esa situación con el cerco de las tropas de Quevedo en la Sierra Maestra, cuya victoria inició la contraofensiva rebelde, donde él disponía del dominio del conjunto de las acciones, como lo tenía Agramonte en su momento, y no lo manejaban globalmente algunos de los capitanes que participaron en aquella histórica batalla. Agramonte no vivió para escribir sus memorias sobre ese hecho.”