domingo, 29 de julio de 2012

Otro intercambio con Gabriela

Una vez estuve en casa del excelente escritor argentino Gregorio Selser, cuando él vivía en México, exiliado. Gregorio era un hombre muy sencillo, ni alto ni fornido, pero de un antiimperialismo vigoroso. Escribió libros imprescindibles como “Sandino, general de hombres libres”, “El pequeño ejército loco”, y una “Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina”, que se publicó póstumamente.

Aquella única vez que entré a su mínimo departamento del DF, choqué con una niña que estaba en el suelo, armada de tijeras y goma de pegar. Era su hija Gabriela, que gustaba de recortar revistas y armar escenas de su imaginación con pedacitos de colores. Entre sus trabajos, uno mostraba una isla paradisíaca sobre la que brillaba un sol generoso. En cuanto lo vi, me dije: está isla es Cuba, después de mi canción.

Era que yo acababa de escribir Rabo de Nube y ya estaba pensando que sería el título de un disco, y  por lo tanto buscando cómo representar lo que quería decir.

Aquella misma tarde le propuse a Gabriela que me hiciera un collage parecido al que ya tenía, pero con un tornado de rayos y truenos barriendo el territorio. Aquella propuesta resulto ser después la portada de mi disco, y el dibujo de la isla ideal, que ya estaba hecho, ella me lo cedió como contraportada.

En 1980 volví a encontrarme con Gabriela, esta vez en Managua (Nicaragua), donde resultó que hizo familia y se quedó a vivir. Gabriela, como su padre y hermanas, es periodista. Hace unos días  me escribió para pedirme que le contestara unas preguntas. Le mandé mis respuestas y me dijo que le habían gustado. Hoy las veo publicadas, con una edición --seguramente por razones espacio--, que no me convenció del todo.

La entrevista salió titulada: Silvio Rodríguez: canto por la justicia social. Pero a continuación la tienen como era hace una semana, cuando acabé de contestarla.


1.Este sábado la Nueva trova cumplirá 40 años. Según como se mire, pueden ser muchos o pocos, aunque es de imaginar que para la cultura y la revolución cubana este aniversario no es poca cosa. ¿Qué impacto tuvo este movimiento de trovadores en tu país y en América Latina?

Lo que se conmemora este año, Gaby, es la creación de la organización que se llamó MNT (movimiento de la nueva trova). Esto sucedió en la ciudad de Manzanillo, en diciembre de 1972, por acuerdo de un segundo encuentro de jóvenes trovadores. Lo cierto es que nuestra generación hacía cinco años que hacía canciones y se relacionaba. Pero institucionalizarnos nos permitió hacer festivales y encuentros en diferentes lugares del país, hacer giras, intercambiar canciones, ideas, vincularnos a otras formas de hacer música. También por entonces se hizo un programa de televisión semanal y trabajamos para galas artísticas que celebraban fechas sobre todo patrióticas. El hecho de ser un movimiento, una organización, quizá no nos hizo mejores artistas (eso era algo que le correspondía a cada cual como esfuerzo individual) pero nos dio un nombre y, sobre todo para el exterior de Cuba, nos convirtió en una referencia del proceso revolucionario.

2.¿Qué ha pasado con el cubano y las cubanas de a pie en estos 40 años, y qué ha pasado también con el "Silvio de a pie" que en 1972 dio el acta de nacimiento a la Nueva Trova?

Pues han pasado muchas cosas, dependiendo de las características de cada cubano, de lo que haya logrado superarse, y también de la suerte que haya tenido. Yo no hice el acta de nacimiento de la organización que se fundó en 1972. Sólo fui uno de los muchos trovadores que estuvimos allí y vimos en aquello la posibilidad de hacerle justicia a mucho talento que había desperdigado por la isla. Por entonces los viejos trovadores eran los artistas peor pagados de toda la cultura. Nuestra intención al apoyar aquella idea era hacer justicia a todo el mundo, por eso en nuestros festivales participaban músicos de diversas edades y estilos.

Respecto a mi, en estos 40 años he cambiado, sobre todo de aspecto. En ideas puede que también haya madurado un poco, pero básicamente continúo convencido de lo mismo que entonces: la necesidad de justicia social que sembró en mi la Revolución de 1959. Otra cosa que no he abandonado es la preocupación por superarme y por ser útil. Entonces lo veía como la forma de conseguir un arte a la altura de la instrucción que pretendía mi país, y que sin dudas después consiguió. Hoy día, tratando de hacer lo mismo, realizo dos conciertos todos los meses en los barrios más necesitados, en zonas periféricas donde el trabajo cultural, lamentablemente, no suele abundar.

3.Del trovador popular Sindo Garay -sin duda una de tus raíces musicales como lo has dicho en muchas ocasiones- a la música que la juventud cubana escucha hoy en la isla, ¿qué camino ha recorrido la canción, incluida la tuya, en estas cuatro décadas?

En estos momentos hay mucho hip-hop en Cuba, y salsa, y reguetón, y música de cámara, sinfónica y coral. Somos un país multimusical. Y por supuesto la trova también conserva su vigencia. No te puedo decir que sea la música más divulgada, pero sí que hay programas, incluso de televisión, que difunden sobre todo a los más jóvenes. También siguen existiendo peñas. El Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, que dirige Víctor Casaus, abrió espacios importantes para los trovadores y lleva más de diez años grabando sus conciertos.

4.De las más de 540 canciones de tu autoría, ¿existe alguna preferida por ti, que te siga emocionando al cantarla? Y al contrario, ¿hay algún tema que ya no te inspire cantar, o que te arrepientas de haber escrito?

A veces hallo frases, o notas, o acordes, expresiones que me hubiera gustado que me salieran más logradas, pero hasta el día de hoy no me arrepiento de ninguna canción que haya escrito.

5.Tu nombre, desde el nacimiento de la Nueva Trova, se ha asociado siempre al de Pablo Milanés, por haber sido una suerte de embajadores culturales de la revolución cubana. Y por eso esta pregunta es inevitable: ¿Cómo interpretas la salida de Pablo de Cuba para establecerse en España? ¿Consideras que sus duras críticas al gobierno cubano lo convierten en un desertor, en un traidor?

Las andanzas que evocas ocurrieron hace más de un cuarto de siglo. Y sin duda eran otros los que nos veían como “embajadores culturales”. Nosotros nos veíamos como dos trovadores que se juntaban para hacer presentaciones. Constantemente yo hacía lo mismo con Noel Nicola, o con Vicente Feliú. Por otra parte, siempre he considerado que todos tenemos derecho a vivir donde queramos. Tengo gente querida en muchas partes, empezando por la Florida. Yo viví todo un año en París y no creo que eso me haya convertido en algo feo.

6. Son conocidas tus críticas a la burocracia, la ineficiencia y hasta la indolencia de la población cubana frente al trabajo, por no hablar de los grandes retos que el mando cubano sigue advirtiendo hay todavía por delante para mejorar el nivel de vida en la isla. ¿A qué atribuyes esta actitud? ¿A que no existe la competencia que motiva el "sálvese quien pueda" del capitalismo? Porque si es un asunto idiosincrático, como país, como cultura, el pronóstico de mejora puede ser muy pesimista…

La crítica no es patrimonio del antagonismo. Nada logra avanzar sin examinarse. Y respecto a la competencia: emular es bueno porque despierta el deseo de superación. Reventar al rival ya es otra cosa. Hay que buscar la dosis de iniciativa que saque lo mejor y pare lo peor de nosotros mismos. Hay que intentar el equilibrio, posiblemente con leyes y con mecanismos que la sociedad controle y verifique. Y si hay que controlar y verificar a esos mecanismos, pues hay que hacerlo. Hasta ahora el hemisferio occidental solo conoce sociedades de conceptos opuestos. Los fallos de los extremos tienen que arrojar alguna enseñanza. Si no, somos imbéciles.

7.Hace 40 años tenías 25. Te has mantenido fiel a tus ideas y al liderazgo de la revolución, con Fidel y Raúl Castro a la cabeza. ¿Cómo imaginas será Cuba en los próximos 30 años?

Espero que sea como lo deseen los que la vivan.

jueves, 26 de julio de 2012

Hay un almanaque lleno de 26

¿Cuestión de julios?
Más o menos siempre es julio.
¿Cuestión de hombres más o menos?
Por ahí andan.
¿Cuestión de decisiones?
Más o menos, casualmente,
momento más ser humano suman 26.

¿Cuestión de seres superiores?
No lo creo.
¿Cuestión de hombres con “H” grande?
Eso sí.
Si le cupiera más de un corazón
a un ser humano,
cada de uno de ellos
tuvo de seguro 26.

Amanece,
y a cualquier hora se siente,
pero ahora está amaneciendo.

¿Cuestión de esquemas y valores?
No lo dudo.
¿Cuestión de haber nacido a tiempo?
Puede ser.
¿Cuestión de mostrarse similares?
Siempre hay tiempo:
hay un almanaque lleno de días 26.

Amanece.


                  Noel Nicola (1968)


domingo, 22 de julio de 2012

Los niños invisibles









Por Juan Gelman
Hay estadísticas de todo tipo en cualquier país, pero una poco aflora públicamente entre las miles que cada año se compilan en EE.UU.: la de los niños sin techo del país, 1,6 millones en el año 2010, es decir, uno de cada 45, y un 38 por ciento más que en el 2007, según una investigación del National Center on Family Homelessness (NCFC) (www.homelesschildrenamerica.org, diciembre 2011). Nada mal para el país más poderoso del planeta.
El hecho cambia imágenes del sin techo en EE.UU. No se trata ya de un hombre solo y andrajoso que pide limosna en una esquina: el segmento de homeless que aumenta más rápidamente es de las familias con hijos. Tampoco de un haragán: unos 4 millones de familias perdieron su vivienda desde comienzos del 2007 a comienzos del 2012, informó The New York Times (//topics.nytimes.com, 19-7-12), al compás del crecimiento de la desocupación.
En el 2007 explotó el globo hipotecario que condujo a la crisis económica mundial que hoy castiga al mundo. Ese año, 2,2 millones de deudores hipotecarios perdieron su departamento o casa en EE.UU. y un millón en el 2010 (//utopianist.com, 18-1-11). Y aun los que trabajan con un salario exiguo no siempre pueden pagar un alquiler. En Orlando, el alquiler promedio de un departamento con dos dormitorios exige que el inquilino gane 18 dólares la hora. Una pareja que labore 40 horas por semana no la puede sufragar con un salario mínimo de 7,67 dólares la hora (//cfl.homeless.wordpress.com, 5-7-12).
En el estado de California hay que ganar 26 dólares la hora para alquilar esa clase de departamento, pero el salario mínimo que perciben muchos es de no más que 8 dólares la hora (//nlihc.org, 2012). No es sólo el desempleo, entonces.
El problema de los sin techo no tenía a comienzos de la década de los ’80 la calidad de endemia que alcanzó después. La tasa de familias neoyorquinas con hijos pequeños echadas a la calle aumentó un 500 por ciento entre 1981 y 1995 (www.eric.ed.gov, enero 1996) y el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano registró en su evaluación correspondiente al 2010 que el 35 por ciento de los homeless del país dormía en albergues del gobierno y de entidades caritativas (//portal.hud.gov, 14-6-11).
Ralph da Costa-Núñez, que fue funcionario del ex alcalde de Nueva York Ed Koch, señaló al ex presidente Ronald Reagan como el culpable de la veloz expansión del fenómeno: “Anuló todos los programas sociales que ayudaban a los pobres. ¿A dónde iban a ir? A la calle, a los albergues. Un día le dije al alcalde Koch que lo que empezaba así iba a permanecer” (www.alternet.org, 16-7-12). En tanto, Reagan mistificaba la cuestión.
“Lo que tenemos en este país –declaró en el programa televisivo TV Good Morning America el entonces presidente de EE.UU.– es un problema que siempre tuvimos, incluso en los mejores tiempos; tal vez somos ahora más conscientes de su existencia, y es la gente que duerme a la intemperie, los sin techo que no tienen techo, se podría decir, por elección” (//abc.go.com, 31-1-84). Sí, desde luego, cómo no. Bill Clinton continuó estas políticas de su predecesor republicano y sus reformas en materia de pobreza no tomaron muy en cuenta a las mujeres y los niños. La ley de ayuda temporaria a las familias necesitadas que se promulgó durante su mandato imponía rigurosas exigencias para acceder a la asistencia y ésta, como lo indica el nombre de la ley, era de limitada duración.
Los niños homeless, en este marco, devienen “los marginados más jóvenes de EE.UU.”, señala el informe del NCFC. “Se han convertido gradualmente –agrega– en una parte descollante de un Tercer Mundo que está emergiendo en nuestra nación. A pesar de que su número crece, los niños sin techo son invisibles para la mayoría de nosotros, no tienen voz ni audiencia. Sin una cama que puedan llamar propia, han perdido seguridad, privacidad y el confort hogareño, así como a sus amigos, pertenencias, mascotas, rutinas reposadas y a sus comunidades. Estas pérdidas producen una experiencia de vida perturbadora que inflige heridas profundas y duraderas.”
Seis estados solamente –de los 50, más el distrito federal, que constituyen la federación estadounidense– han desarrollado estrategias para enfrentar la situación. Otros han diseñado proyectos decenales para resolverla por completo, pero su eficacia está por verse. Se olvida, además, que los niños sin techo pasan hambre y son más proclives a contraer infecciones respiratorias y digestivas, asma, tuberculosis y otras enfermedades. Su desamparo no les permite asistir a clase con regularidad: los cambios de ubicación de sus familias son frecuentes. En este caso, mucho más que en otros y por otras razones, se aplica lo dicho alguna vez por Jean Cocteau: “La infancia sabe lo que quiere. Quiere dejar atrás la infancia”.
Tomado de Página 12: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-199246-2012-07-22.html


La viñeta de El Roto fue tomada de El País (España): http://elpais.com/elpais/2012/07/21/vinetas/1342885602_966799.html

Hoy 24 de julio se cumplen dos años de la fuga de Antar al Universo, y en su memoria ponemos esta bella colaboración de Antonia, hija de la segundaciter@ Victoria

martes, 17 de julio de 2012

La conmovedora historia de un corazón helado

Por Laidi Fernández de Juan

Almudena Grandes, narradora madrileña de 52 años, conocida internacionalmente por sus novelas Las edades de Lulú, Te llamaré viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana e Inés y la alegría, con la cual obtuvo el Premio de la Crítica de Madrid en el año 2010,  escribió hace un lustro el libro que hoy nos disponemos a presentar, publicado cuidadosamente por la editorial Arte y Literatura. Esta novela, que nos llega precedida por las distinciones  Fundación Manuel Lara y la del Gremio de Libreros de Madrid que alcanzara en el año 2008, puede considerarse, como hizo la propia autora, una obra de ficción en la cual los episodios más inverosímiles y dramáticos, se inspiran en hechos reales.

Al contrario de muchos escritores y escritoras que utilizan la Historia como telón de fondo o apoyatura para sus narraciones centrales, en esta novela Almudena le otorga vida autónoma a los acontecimientos que se refieren a dos momentos concretos de España: los años inmediatos al zarpazo franquista, con toda la carga de angustia, decepciones y espantos a que condujo, y la actualidad, vistos ambos períodos a través  de sendas familias, que, al estilo de los Montescos y los Capuletos, parecen estar  irremediablemente enemistadas.

Antes de adentrarme en la motivación literaria del mundo familiar, que resulta imprescindible para el agarre que esta novela consigue, permítanseme algunas consideraciones acerca del primero de los momentos históricos al cual hace referencia. En el valiosísimo libro Ve y cuenta lo que pasó en España , antología de documentos realizada en el año 2000 por la catedrática Aránzazu Usandizaga, ésta refiere en la introducción que “las generaciones españolas posteriores a la guerra tenemos un sentimiento ambivalente hacia el conflicto porque hemos crecido a la sombra del recuerdo privado y público de la tragedia, en la conciencia cultural común de un pasado reciente a menudo silenciado, de un punto de la historia intencionadamente olvidado que determinó un final y un principio para tantos. Aunque sean ya pocos los combatientes que sobreviven, la guerra civil sigue siendo parte íntima de nuestra historia, una experiencia remota y próxima, una vivencia reconstruida entre silencios y palabras entrecortadas [….] pero, aunque profundamente enraizada en la historia de España, cultural e históricamente, la guerra civil, es además de española, propiedad internacional”.

Precisamente el carácter definitorio que encierra la división de España en dos profundas franjas ideológicas donde coexiste la sensación de lejanía  y de proximidad en los hijos y en los nietos de quienes protagonizaron dicha incisión, determina el lecho palpitante que borbotea por debajo de la trama de esta novela, de modo que el público lector percibe el peligro de una tragedia causada por heridas cerradas en falso. Muy a propósito he evadido hasta aquí el título de esta ambiciosa y apasionante obra. Ello se debe a que antes, he de señalar que nunca han sido más explícitos los endeudamientos que un autor o autora reconoce haber contraído, que en el caso de El corazón helado. Once cuartillas dedica Almudena Grandes a sus agradecimientos, con lo cual no solo da muestras de su honestidad como escritora, sino, sobre todo, como ser humano. Además de encontrar allí nombres conocidos por los cubanos como el cantautor Joaquín Sabina, el editor Chus Visor, el poeta Luis García Montero, la señora María Teresa León, madre de nuestra querida Aitana Alberti, aparecen otros personajes, como esos dos inmensos maestros que son Benito Pérez Galdós ( a quien la autora agradece por haber escrito), y Antonio Machado, por todo y por el título.

Fue asi que me di a la tarea de buscar el último poema de “Proverbios y Cantares”  donde aparecen los versos que, como exergo, dan inicio a las casi 900 páginas de la novela:

Ya hay un español que quiere
Vivir y a vivir empieza,
Entre una España que muere
Y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
Al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
Ha de helarte el corazón.

Luego de la agudeza de mostrarnos la amarga advertencia que hiciera el poeta, Almudena nos deja en la disyuntiva de escoger cuál de sus dos países ha de helarnos a todos, porque, como bien señalara Aránzazu, aquella guerra fue y sigue siendo internacional, y en lo que nos atañe a los cubanos, España es tan cercana a nosotros para bien y para mal, que nada de ella nos puede resultar ajeno. Baste señalar cuando Pablo de la Torriente Brau se incorporó a la guerra y allí perdió la vida en 1936, los mil combatientes cubanos que integraron las Brigadas Internacionales, y los lazos familiares que nos han unido desde siempre.

Asi como la novela El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura ofrece un panorama del terror estalinista, El corazón helado descubre, quizás por primera vez, los turbios telones tras los cuales se esconde un elenco macabro integrado por quienes robaron, delataron, contribuyeron al desfalco material de muchas familias españolas y a la ruina física y moral de un considerable número de víctimas.

Inevitablemente existen puntos comunes entre estas dos novelas, dado el hecho de que abordan similares épocas. Invito a los lectores y a las lectoras al encuentro de dichas coincidencias, aunque me permito el siguiente adelanto, de la boca de la propia Almudena: “Es verdad que, al final de la Segunda Guerra Mundial, los aliados volvieron a traicionar de una manera vergonzosa, por segunda y definitiva vez, a la democracia española en general, y, en particular, a las decenas de miles de antifascistas españoles que habían combatido contra los nazis y que  se encontraron con que su lucha, y su sacrificio, solo habían servido para afianzar a Francisco Franco en el poder”. A través de la descripción objetiva de las condiciones en que vivieron los refugiados españoles que habían apoyado a la República o sido ellos mismos militantes rojos, la escritora ofrece el panorama desolador de esas sobrevivencias, donde la añoranza por el país  natal  y la rabia de la derrota actuaron como fantasmas aniquiladores.

La otra España, la actual, es mostrada según el buen vivir de que lo pudiera calificarse “una familia pija”, utilizando términos que nos llegan en seriales españoles de última hora. La habilidad de esta autora para tejer la complicada urdimbre donde llegan a entrelazarse los rencores del pasado con las pasiones del presente, representadas ambas emociones por cada clan familiar, desborda todo intento de encasillamiento. Con elementos de un buen melodrama, de un cuidadoso suspense, y también con recursos de la novela negra, elabora un complicadísimo argumento que atrapa a los lectores de principio a fin. No solo es su capacidad de fabular respetando  la Historia dentro de su versión novelada en el sentido más clásico del término lo que nos atrae, sino su hábil modo para regresar a la narración inicial sin que nos percatemos de este juego literario hasta que no hemos concluido la lectura. Sucede un raro dejá vu  que lejos de incomodarnos, nos complace sobremanera, ya que es fácil comprender que en 900 páginas, hasta el más acucioso espectador  puede sentirse extraviado en algún momento de la lectura. El corazón helado no permite semejante pérdida. Si alguna duda nos asalta cuando vamos llegando al final, Almudena Grandes, hace honor a su apellido y nos conduce tierna, discretamente al punto de partida, vuelve a repasarnos su narración, hasta que llegamos satisfechos al punto del desenlace definitivo. Para concluir esta aproximación que espero motive la lectura de tan abarcadora novela, quisiera citar de nuevo a Machado, en estos otros versos que resumen lo que padecí cuando no supe si sentir pena por lo que se ha perdido, o entusiasmo por lo que debemos alcanzar:

Que el mismo albo lino
Que te vista, sea
Tu traje de duelo,
Tu traje de fiesta.

                                                   Julio, 2012.           

jueves, 12 de julio de 2012

Venga la esperanza


Dice que se empina y que no alcanza,
que sólo ha llegado hasta el dolor;
dice que ha perdido la buena esperanza
y se refugia en la piedad de la ilusión.

Sé de las entrañas de su queja
porque padecí la decepción:
fue una noche larga que el tiempo despeja,
mientras suena en mi memoria esta canción:

Venga la esperanza,
venga sol a mí.
Lárguese la escarcha,
vuele el colibrí.

Hínchese la vela,
ruja el motor,
que sin esperanza
dónde va el amor.

Cuando niño yo saqué la cuenta
de mi edad por el año dos mil
El dos mil sonaba como puerta abierta
a maravillas que silbaba el porvenir.

Pero ahora que se acerca, saco en cuenta
que de nuevo tengo que esperar:
que las maravillas vendrán algo lentas
porque el mundo tiene aún muy corta edad.

Venga la esperanza,
pase por aquí.
Venga de cuarenta,
venga de dos mil.

Venga la esperanza
de cualquier color:
verde, roja o negra,
pero con amor. 

domingo, 8 de julio de 2012

La carta al acusado o juez y parte


                                                          por Guillermo Rodríguez Rivera

Tengo una amiga que vive en una cooperativa agraria. Su abuelo, campesino propietario de una pequeña extensión de tierra, la había entregado a la cooperativa y la cooperativa, en compensación, le gestionó un crédito que le permitió la compra de los materiales necesarios para construirse una casa de dos habitaciones a la entrada del poblado que sería el de todos los cooperativistas.

Pero la casa no era suya. Se le otorgaba en usufructo.

Para producir la entrega de la tierra, se firmaron contratos en los que se ofrecía al campesino generosas cuotas de los alimentos que la entidad produciría. En otro contrato, se establecía que a los veinte años de permanencia del campesino y su familia en la cooperativa, y habiendo saldado el crédito otorgado para la compra de los materiales, la casa construida por él, pasaría del usufructo a la propiedad. Al término de esas dos décadas se entregarían los títulos de propiedad correspondientes. Era bastante tiempo para poseer una casa que uno mismo ha construido. Acaso 20 años – como lo eran para Carlos Gardel -- sean pocos para una cooperativa, pero son muchos para la vida de un hombre. El viejo campesino murió sin que el plazo se cumpliera, y la casa paso a manos de su esposa y finalmente a las de mi amiga, que era su nieta.

Las entregas de alimentos – una vez que la tierra había sido entregada a la entidad – empezaron a disminuir rápidamente.

Cuando se cumplieron los veinte años establecidos por contrato para el otorgamiento de la propiedad, mi amiga, a través del abogado de la cooperativa, presentó los comprobantes de haber pagado la deuda del crédito y reclamó ante la dirección municipal de la vivienda donde estaba ubicada su casa, que le entregaran el título de propiedad que le correspondía.

Pero resultó que la Dirección Municipal de la Vivienda no tenía orientación al respecto y se negaba a otorgar el título de propiedad. No, no tenía conocimiento alguno de ese contrato firmado veinte años atrás.

Mi amiga fue reclamando hacia arriba: apeló a los niveles provincial y nacional de la vivienda, que a su vez la mandaba a gestionar el asunto en la ANAP o el Ministerio de la Agricultura, que decían, por su parte, que no estaban facultados para solucionar un problema de vivienda.

A los 5 años de navegar en la turbulentas e inútiles aguas de nuestra burocracia, sin que el problema se resolviera, dirigió una carta al Consejo de Estado. La respuesta, que llegó demorada  era, sencillamente, que su carta había sido enviada a la Dirección Municipal de la Vivienda correspondiente, el punto primero al que ella había acudido. No había otra solución: ella debía personarse allí, porque ese era la instancia que debía atender su demanda.

Mi amiga, desconcertada e indignada, volvió al lugar al que originalmente había acudido, y en el que le dieron la misma respuesta de 5 ó 6 años atrás. Finalmente, a los dos años, todo indica que el problema no era únicamente el de mi amiga, sino el de todos los cooperativistas del país que habían firmado el mismo contrato veinte años atrás, y que la dependencia del estado encargada de hacerlo cumplir, ignoraba soberanamente.

Ante lo que obviamente era ya un problema nacional, la más alta instancia de la Vivienda tuvo a bien  (¡el parto de los montes!)  dictar una resolución reconociendo los contratos veinteañeros y disponiendo que se entregaran las propiedades a los reclamantes.

No todo el mundo puede aspirar a que su problema alcance proporciones nacionales. El ciudadano que tenga que hacer una reclamación, si no tiene respuesta y tiene que llegar a las más altas instancias, sólo comprobará que estas devuelven la reclamación a aquél que la motivó: la acusación se le entrega al acusado y vuelta a empezar el agotador y estéril proceso de la reclamación.

A mí me parece que el procedimiento es la negación de la justicia y opera casi como una burla al ciudadano que reclama. El mensaje que él recibe es este: “No pienses que voy a actuar contra el subordinado que está bajo mis órdenes. Nunca lo haré por una reclamación tuya ni de nadie como tú. Vuelve a él porque sólo él puede decidir”.

Hace poco alguien – no recuerdo quien – pedía en un artículo establecer en Cuba la figura del Defensor del Pueblo, que existe en España. No sé si debiéramos darle ese melodramático nombre que, en cierto sentido, apela ya, antes de resolver nada, a buscar la simpatía de los de abajo.

Pero no me cabe la menor duda de que necesitamos una instancia que atienda efectivamente las reclamaciones de los ciudadanos, y esté constitucionalmente facultada para actuar en consecuencia. Hasta hoy, el Consejo de Estado ha declinado ese deber.